El contenido de este proyecto está basado en una insólita historia protagonizada por la propia familia de su creadora —separada durante la Guerra Civil española y reunida de nuevo muchos años después por obra del azar— que arranca cuando dos de los hijos pequeños se vieron obligados a pasar una temporada en un orfanato a causa de la enfermedad de su madre. La guerra impidió que esta volviera a recogerlos y, cuando al fin le fue posible, se encontró con que la niña, Cristobalina (que más tarde sería la madre de la artista Eva Koch), había sido entregada en adopción a una cooperante noruega. Ya adulta, Cristobalina contrajo matrimonio con un danés y no volvió a reunirse con su familia española hasta 1962, año en que la casualidad quiso que coincidiera en las Islas Feroe con un notario de la zona de Villar del Cobo.
Villar se muestra en seis proyecciones interactivas que permiten al visitante conocer a los protagonistas de la historia y pasear por el pueblo de Villar del Cobo, donde todo comenzó en 1934.
La clave para acercarse a la estructura del relato y de la instalación radica en el hecho de que el propio espectador es quien da pie a la interacción. El modo de aproximarse a la obra se podría comparar a la experiencia de un viajero a su llegada a un lugar. El espectador se va adentrando en el pueblo y conociendo a sus vecinos, y cuando decide detenerse por un instante, es decir, cuando se activan los sensores de la instalación, empiezan a desgranarse los relatos de estos personajes. Las muchas capas existentes y los muy variados modos en que pueden activarse hacen que la narración, igual que le ocurriría al viajero recién llegado, sea individual para cada visitante. La instalación se compone de 20 secuencias distintas con una duración total de 45 minutos que nunca se suceden de manera cronológica ni previsible, con lo que la experiencia de cada visitante es totalmente única.
La instalación alterna cuatro modos diferentes que se ponen en marcha de forma interactiva:
El modo básico es la instalación pasiva donde cada proyección muestra a uno de los seis protagonistas de la historia.
Al activarse un sensor situado delante de cada proyección se conecta el modo íntimo, que hace que el personaje activado narre una breve secuencia mientras los otros cinco siguen en funcionamiento de manera independiente.
Cuando hay más de dos proyecciones activas al mismo tiempo se conecta el modo especial y las seis proyecciones muestran escenas sincronizadas de la vida familiar que invitan al espectador a formar parte de su día a día.
Cuando se desconoce que la instalación es interactiva, a menudo se activa un sensor situado en el centro que conecta el modo general, que proyecta secuencias sincronizadas en las seis pantallas a la vez. El modo general da una visión de conjunto de la comarca y del pueblo de España donde se desarrolla la historia.
Como un turista de paso que recoge unas impresiones y vivencias u otras de lugares y episodios de su viaje en función del tiempo que le dedique y de lo mucho o poco que decida aproximarse a las gentes que encuentre en su camino, así se abrirá Villar al espectador según lo que este decida adentrarse en la instalación. Al contar con varias voces que narran un mismo hecho, Villar también nos recuerda que la verdad depende de los ojos que la miren y que la memoria tiene un carácter subjetivo.