El interior de la torre del palacio de Christiansborg es un cuarto trastero atestado de esculturas de escayola y de modelos, algunos tan grandes que ya no pueden salir de él. Los objetos han ido amontonándose con el tiempo, un tiempo que allí se ha detenido. En el momento de su construcción, allá por el año 1918, la torre estaba abierta al cielo y durante un breve período sirvió de cobijo a las palomas de la ciudad, que anidaron en ella. Sin embargo, dado que las palomas son una fuente de contagio, se tomó la decisión de cerrarles el paso.
Las palomas, sin embargo, son mucho más que eso. Son un nexo de unión que conecta distintas épocas. Son una bandada que levanta el vuelo para volver a posarse, el murmullo de un aleteo sobre nuestras cabezas. Son la mirada límpida de un solo pájaro, el tornasolarse de un ala. Las palomas siempre han estado presentes en la ciudad; generaciones de niños se han despertado al suave arrullo de sus zureos y las han visto arremolinarse en las plazas y luego volver a alzar el vuelo en un susurro.
Se conocen cerca de trescientas especies distintas de paloma divididas en cuarenta géneros. Son las aves domésticas más antiguas que se conocen y las hemos empleado como mensajeras durante siglos. Su nombre en danés, due, procede del antiguo nórdico, dúfa.
Las palomas viven en la naturaleza, pero también en los mitos, en la memoria colectiva, en los poemas y en los cuadros. Verlas aquí, en la torre del Parlamento, nos recuerda que en danés la palabra paloma también hace referencia a quienes trabajan por el consenso al servicio de una gran causa, en este caso los políticos.
La artista Eva Koch ha tomado como punto de partida la función de este espacio de almacenaje y, metafóricamente hablando, lo ha abierto al cielo, permitiendo así el regreso de las palomas en toda su diversidad, pues, aunque las que suelen dejarse ver en la capital son palomas de ciudad, las hay de muchos tipos. Y ahora están aquí, en la torre, como notas en un hilo que recorre las paredes, haciendo cosas propias de palomas.
De tanto en tanto, cuando una levanta el vuelo, oímos un batir de alas y la vemos posarse en otro punto del cuarto. El sonido contribuye a la creación en idéntica medida que la imagen.
Eva Koch trabaja en el ámbito del arte in situ y más concretamente de la videocreación; se sirve del vídeo y del sonido para hacer entrar en juego el espacio, para dotarlo de vida. Seguir el contorno de las palomas y alejar el fondo le permite liberarlas de los angostos límites del vídeo y crear la ilusión de algo vivo. Una imagen tridimensional, un prodigioso agujero en el tiempo donde el visitante puede adentrarse.