El tiempo está ralentizado, de modo que el ojo humano puede captar la corriente constante y salvaje de principio a fin. Hay una armonía meditativa en torno a la imagen, mientras que el fuerte sonido aporta a la experiencia una potente energía. Uno siente su cuerpo frente a un fenómeno de la naturaleza, trasladado de forma impactante al centro de una ciudad, siente las fuerzas potentes de la naturaleza y lo pequeño que es frente a ella.
El título “I am The River” proviene del autor argentino Jorge Luis Borges e indica que el ser humano está sometido a la corriente del tiempo. Somos concebidos en el tiempo, podemos decir que el tiempo fluye en nuestro interior, pero también nos lleva con él. Cada uno tenemos un tiempo subjetivo propio, nacemos, envejecemos y morimos, pero también somos parte de un tiempo superior, un tiempo interminable, ajeno a nosotros. Como el poeta Morten Søndergaard ha escrito sobre la obra: “La obra es un espejo ante nuestra extraña vida, que sabe que algún día se extingue, pero también que estamos vivos en medio de ella. Existimos como una cascada en medio del tiempo”.
“I am The River” es una obra bastante sencilla, un cuadro paisajístico moderno, un estudio sobre la fuerza y la belleza de la naturaleza, y al mismo tiempo un desmayo en el interior de la existencia y en el enigmático espacio de lo metafísico.