La video instalación es un tríptico. Las dos imágenes exteriores muestran máquinas funcionando eternamente y mientras que la imagen central pasa a ser prácticamente un descanso para el ojo: una cortina de encaje ante una ventana. Es difícil determinar si estamos fuera y miramos hacia el interior o si estamos en el interior y miramos hacia el exterior.
Antes de la industrialización el encaje de bolillos era algo exclusivo y especial. Pero con la llegada de las máquinas, se podía comprar encaje a metros por casi nada de dinero, al igual que con el transcurso del tiempo ya no hacía falta hacerlas en seda salvaje, sino que se podían hacer con tejidos artificiales más baratos. Esta devaluación significó que el tejido de encaje estaba en mano de todos y con ello cambió su estatus social. Las cortinas de encaje se colgaban en todas las casas como símbolo de orden y distinción, pero que en realidad podían ser fácilmente interpretadas como un objeto del deseo por aparentar simplicidad, común entre la burguesía.
Paralelamente se procuce una interpretación más existencial, un relato que desvela magia, sobre la necesidad de las personas por tener una capa extra protectora entre ellas y el mundo; y una historia poética sobre la levedad y la belleza.
En el fachada principal del Brandts Klædefabrik (Fábrica Textil), Eva Koch ha proyectado encajes a gran escala. Este encaje funciona como una membrana entre lo externo y lo interno, que cambia de posición entre dentro y fuera a la cortina que flota con levedad.